Entre grillas, novelas, y pleitos al puro estilo del chavo del ocho entre  PATU y WTF, existe una estúpida controversia sobre el sistema PSS que se va utilizar en los siguientes Juegos Panamericanos. Es de ese tipo de trifulcas entre altos mandos donde los más afectados son los competidores siendo ellos, irónicamente, los que menos culpa tienen dentro del asunto.

Por todo lo anterior mencionado, he decidido que hoy no haré especulaciones al respecto y hablaré de cosas más felices; por ejemplo, cuando decidí ser competidor, oh, sí.

Hace muchos años, cuando las estrellas aún se alcanzaban a ver en la ciudad y mi cinta era de un color no tan negro, mi profesor organizó una excursión al Comité Olímpico Mexicano. Por alguna extraña razón más allá de mi entendimiento mortal, cuando alguien menciona la palabra “excursión”, yo me imagino en medio de un llano grande, alejado, tomando agua de cantimplora y asando bombones en una fogata; obviamente no era el caso y quedé en ridículo cuando se me ocurrió gritar “Yo pido llevar la casa de campaña” mientras mi profe explicaba el evento por venir (Cada vez que me acuerdo de ese día me dan ganas de meter mi cabeza en el escusado y mantenerla ahí adentro hasta quedarme sin aire). El objetivo principal del viaje era ver un entrenamiento de la Selección Nacional.

Cuando llegamos al Comité, todo era confuso. Había un señor con bigotito chistoso que no nos quería dejar pasar porque alegaba que no traíamos acreditación y que en ese lugar no se permiten las visitas (Hay cosas que nunca cambian). Una hora, cuatro sándwiches de jamón y varias mentadas de madre después, nos permitieron el acceso mientras el señor de bigotito chistoso le decía a mi profesor: “Pero nada más porque me cayeron bien y vienen de lejos…”

Lo primero que aconteció durante la famosa excursión fue un recorrido por las instalaciones que datan de la década de los 60’s y que, hasta ese momento, no habían sido remodeladas. Y sí, yo tenía miedo de causar algún desastre si hablaba en voz alta o me recargaba en algún pilar.

Cuando pasamos por enfrente de la villa, lo primero que vi fue un dobok colgando desde una de las ventanas. En ese momento sentí una emoción desconocida para mí hasta ese día, y estoy completamente seguro de que fue exactamente lo mismo que sintió Rodrigo de Triana cuando gritó ¡TIERRA A LA VISTA!

En mi cabeza sólo rondaba un pensamiento: “Algún día mi uniforme estará ahí colgado”

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Después de varias horas de visita, llegó el momento que todos estábamos esperando, la razón del viaje: el famoso entreno.

Cuando empezó el entrenamiento de la Selección Nacional, sentí un enjambre de mariposas en el estómago más fuerte de lo que cualquier mujer pudiese haberme provocado hasta ese día (Y no soy gay). Fue tanta mi emoción y euforia que me quedé dormido a medio entrenamiento. Cuando desperté y descubrí que me había perdido la mitad de la práctica, le pedí a la persona que estaba junto a mí que me diera un zape… Obvio, sentía que la vida ya no tenía sentido.

A la hora de los autógrafos, saqué un dibujo de un tipo pateando que yo mismo realicé. Solía tener la maña de dibujar arcoíris alrededor de los personajes de mi creación (Insisto, no soy gay), razón por la cual más de uno se me quedó viendo extraño. Ese dibujo aún lo conservo, viejo y maltratado, pero legible aún. Es la prueba física de que ese día en verdad pasó y no fue un sueño.

Aquel día cambió mi vida para siempre, en el sentido de que ya tenía bien grabado en mi cabeza a donde tenía que llegar. Estoy seguro que tú tienes/conoces una historia similar, compártela con nosotros.

Hoy, llevo ya más de cinco años viviendo en el Comité Olímpico, si quieren irnos a visitar son completamente bienvenidos, lo único que tienen que hacer es enfrentar al señor del bigotito.

Durante todos estos años, hemos vivido cientos de aventuras dentro de este colosal (Y medio horrible) santuario, pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

Por cierto, aprovecho para mandar un saludo desde esta redacción a un compañero muy querido llamado Héctor de la Rosa (Lo tengo aquí al lado con un cuchillo apuntando a mi estómago ¡AUXILIO!)

EN EL CAMINO

Sobre el contenido de la recién publicada carta dirigida a“Mr. Chong” sólo puedo decir una cosa:

¡QUE OSO!

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