El Taekwondo, una disciplina que demanda un nivel extraordinario de compromiso, destreza y sacrificio, se ve empañado, una vez más, por la ineptitud y la corrupción de sus máximos dirigentes.

Esta realidad se hace dolorosamente evidente en los Juegos Olímpicos, donde la visibilidad y el escrutinio global revelan las profundas fallas estructurales y éticas que han sido cuidadosamente disimuladas en otros campeonatos regionales, continentales y mundiales.

En cada uno de estos eventos, los problemas subyacentes—la arbitrariedad en la aplicación de reglas, las decisiones de puntuación inconsistentes, y la falta de transparencia—se manifiestan de manera constante. Sin embargo, la atención mediática en esos torneos es limitada, permitiendo a los directivos de la Federación Mundial de Taekwondo (WT) ocultar su incompetencia y corrupción. Pero cuando el escenario es olímpico, donde el mundo entero observa, es imposible esconder la realidad.

Los Juegos Olímpicos son el escaparate donde se exponen no solo las habilidades de los mejores atletas del mundo, sino también las debilidades y falencias de aquellos que deberían liderar y proteger este deporte.

Los dirigentes de WT, muchos de ellos aferrados a sus puestos durante décadas, han demostrado una y otra vez que su principal interés no es el desarrollo del Taekwondo ni el bienestar de sus atletas. Estos líderes, que deberían ser los custodios de los valores y la integridad del deporte, han optado por mantener un control férreo y represivo, sofocando cualquier crítica que pueda amenazar su poder.

El código ético de WT, más que un instrumento de justicia, ha sido convertido en un arma para silenciar y castigar a quienes se atreven a cuestionar las decisiones de la cúpula.

Esta represión no es una teoría abstracta; es una realidad vivida por muchos dentro de la comunidad del Taekwondo.

En MASTKD, hemos sido blanco de estas tácticas opresivas en numerosas ocasiones. Cada vez que publicamos un artículo que incomoda a WT, somos objeto de amenazas directas o veladas, generalmente a través de intermediarios vinculados a las federaciones nacionales.

Nos han obligado a retirar publicaciones bajo la advertencia de que, de no hacerlo, las consecuencias podrían incluir la negación de la membresía global, despido de algún puesto técnico relacionado a la modalidad, la exclusión como árbitro internacional o hasta el cierre de escuelas. Esta es una táctica cobarde, utilizada para amordazar a la prensa y mantener una imagen de unidad y control que está lejos de la realidad.

Por ejemplo: En el Campeonato Mundial de Manchester 2019, el periodista Esteban Mora fue trasladado a una habitación del Manchester Arena, junto al ex Secretario General, Hoss Raffaty, y el jefe de árbitros Songchul Kim. En aquella ocasión, los miembros de WT acorralaron al periodista a rectificar una publicación donde alertó que la “Monkey Kick” volvía a ser permitida. A Mora lo amenazaron con retirarle el credencial si no publicaba un artículo diciendo que era una error, sino que la patada de la que habló Kim en la junta técnica era sin agarre.

El más reciente fue el vivido por Salvador “Chava” Pérez, quien fue censurado de registrar fotografías en el training camp de árbitros previo a París 2024 y amenazado con la policía de Mónaco por el simple hecho de ser de MASTKD. Aseveración hecha por la misma organización.

La hipocresía de esta situación es especialmente irritante cuando se considera que figuras como el Dr. Un Yong Kim, fundador de la WT y ex vicepresidente del Comité Olímpico Internacional, fueron condenadas por corrupción sin que ello provocara un cambio significativo en la cultura de la federación. Es una estructura de poder que, en lugar de renovarse y adaptarse a las necesidades de un deporte moderno y en constante evolución, se perpetúa a través de un círculo cerrado de lealtades y servilismo.

Los jóvenes que ascienden dentro de la organización no lo hacen por mérito o visión, sino por su disposición a mantener el statu quo, asegurando que esta “cofradía” continúe intacta, a menos que una fuerza externa o el paso propio de la vida los obligue a ceder el control.

Los Juegos Olímpicos de Paris 2024 han sido una vez más el escenario donde se expuso la desconexión entre la élite dirigente de WT y los verdaderos protagonistas del Taekwondo: los atletas y sus entrenadores.

Mientras estos últimos trabajan incansablemente para alcanzar la excelencia, los primeros se han mostrado incapaces de ofrecer el liderazgo, la transparencia y la justicia que este deporte y sus participantes merecen. Esta falta de respeto no solo hacia el esfuerzo de los deportistas, sino también hacia los principios fundamentales del deporte, amenaza con erosionar la credibilidad del Taekwondo en la arena internacional.