Shijan

Detenernos en el camino a analizar que estamos haciendo bien, que necesitamos mejorar y reorientar el sentido que lleva nuestra vida, es algo fundamental si queremos seguir adelante.

Son aproximadamente las tres de la tarde, del mes de abril del año 2006, estoy en el segundo round contra el japonés, ganando 6 a 3. En un intercambio normal de patadas de Taekwondo (cuando no existía el peto electrónico y era normal ver a dos atletas pateándose sin parar), caemos ambos al suelo y mi pierna derecha queda en medio de ambas piernas del japonés, la forma en que caemos hace que mi rodilla se doble de forma anormal, y se rompan los ligamentos cruzados anteriores en su totalidad instantáneamente.

¡Ouch!.. Para ponerlos más en contexto, con mi compañero de equipo, Gabriel Sagastume, llevábamos tres meses de campamento en Corea del Sur, nos aventuramos solos, sin entrenador, a tierras asiáticas preparando los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Cartagena de Indias, Colombia 2006. A una semana de volver a Guatemala, nos enteramos de un Open que se llevaría a cabo en una ciudad de Corea (no recuerdo el nombre), que se encontraba aproximadamente a tres horas en bus desde Seúl. Pedimos la autorización correspondiente para poder participar a nuestra Federación, y una vez autorizados decidimos aventurarnos.

 

¡Chong – Hong!

 

Ahora bien, el problema no fue tomar la decisión de pelear un abierto a semanas del evento fundamental de ese año. Resulta que a mis cortos 18 años, me encontraba fuera de mi país, de mi familia, de mis amigos, y nada más parecía importarme, que llegar a lo más alto del pódium en aquellos Juegos. Platicaba una vez cada dos semanas con mi familia, (cabe resaltar que no teníamos las redes sociales y el wifi a nuestro alcance como hoy en día), pero el punto es, había olvidado a lo más valioso y preciado en la vida, ¡MI FAMILIA!, estaba obsesionado con una meta deportiva, que más adelante la vida misma me pondría en ese mismo pódium, pero en muy distintas circunstancias.

El árbitro central da la orden a la mesa central ¡SHIJAN!, lo cual significaba que tenía un minuto para recuperarme, como ya mencione, nos encontrábamos solos con mi compañero, quien estaba con protecciones y dobok en la silla de coach, listo para su siguiente combate y pendiente del mío. Lo veo, y como muchos practicantes de mi deporte sabrán, no hace falta hablar mucho con tu compañero de equipo, con una mirada me pregunta ¿Puedes seguir?, con otra le contesto ¡CLARO!, voy de vuelta al combate y al siguiente intercambio de patadas mi rodilla no pudo sostenerse más.

 

Shijan

 

Por primera vez en mi vida, no terminaba un combate. Al día siguiente teníamos un viaje de aproximadamente 32 horas de vuelta a casa, 20 de ellas sentado en un avión, con cada una de sus escalas respectivas.

La vida, Dios!!! Me estaban enseñando a tener mi tiempo de recuperación, y no me refiero a la lesión, necesitaba tiempo con mi familia, necesitaba dedicarle tiempo a quienes más me amaban, necesitaba tiempo para leer, y horas, muuuuuchas horas solo, para conocerme mejor. La pregunta que te hago es ¿Hace cuánto no te sientas solo a leer por horas?, ¿Cuándo fue la última vez que pasaste horas platicando, llorando y riendo en la misma mesa con tu familia? ¿Cuándo cambiaste el trabajo por la familia, y dijiste: “esto puede esperar”?

Pues mi SHIJAN fue de aproximadamente ocho meses en esa ocasión, pues aunque no lo creas, soy de los pocos, que no entienden a la primera (sarcasmo), y necesité de estar a punto de morir para comprender y ordenar mis prioridades, y poner a mi familia antes que al trabajo.

Luego, te acomodas las protecciones, te atas bien la cinta, ves al árbitro central y le dejas ver que estás listo para seguir peleando.

 

Federico Rosal, Exclusivo MasTKD.com