Una de las tradiciones más bonitas de mi país en estas épocas decembrinas son sin duda las posadas.

Las posadas no son más que una tradición católica en donde se recuerda el camino de María y José durante su caminata llegando a Belém (O como p***s se escriba) antes de que naciera el niño (Mayores informes en su ‘Biblia Latinoamericana’ de confianza, no me pregunten pasajes). Hasta donde yo sé, es una práctica netamente mexicana, pero la verdad es que mi nivel cultural no da como para saber a ciencia cierta si dicha fiesta se celebra en algún otro país y mi C.I. ha estado tan apagado últimamente que no soy ni para abrir el google y buscarlo ahí. En fin…

¿En qué consisten las posadas? Por lo regular se realizan en una calle específica, se va cantando de casa en casa con una tonada particular hasta que se llega al último hogar de la cuadra que es en donde se deja pasar a la gente que viene pidiendo un lugar dónde quedarse (En sentido figurado). El proceso anterior se va realizando, de manera clásica, con una velita en las manos de quienes van por fuera cantando; el saldo al final del recorrido son un montón de niños con las manos quemadas y, en el mejor de los casos, pegostiosas por la cera derretida. Lo bueno bueno viene al terminar la procesión: comida para todos, ponche de frutas por doquier, piñatas en todos lados y varios borrachos chistosos que nunca faltan en estos eventos… Todo gratis.

En muchas escuelas de Taekwondo aquí en México es muy común, e incluso tradicional, que el último evento del año sea una pequeña posada para que todos los alumnos, profesores e instructores convivan y sean muy felices antes de salir de vacaciones. Mi escuela era una de esas en la que cada año hacíamos una. El procedimiento era muy fácil: se hacía una lista con lo que había que traer ese día y cada quien escogía lo que podía llevar. Todos cooperaban, todos la pasábamos bien.

Era un día en el que todo era paz y armonía, salvo por algunas de las peripecias que algunos alumnos realizaban durante la fiesta. Una vez a un niño atarantado se le ocurrió entrar corriendo al área de entrenamiento con una luz de bengala encendida y dar vueltas cual si fuera un chango caminando sobre una parrilla al carbón; las consecuencias de su euforia fueron 500 lagartijas, cinco metros cuadrados de tatami con apariencia de queso gruyere, y un Profesor Víctor transformando en Hulk durante la siguiente media hora.

Como en todo, siempre hay que ponerle el toque ‘taekwondoinesco’ a lo que se hace, así que acostumbrábamos a romper las piñatas a patadas. Quizá esa era la parte que más disfrutaba de todas. Si es divertidísimo ver como alguien trata desesperadamente de romper una piñata con un palo, imagínense lo mismo pero con los pies. Recuerdo una vez que una niña estaba a punto de romperla y otro niño estaba ya bien listo para lanzarse sobre los dulces como piraña hambrienta del amazonas; la niña tira una patada, la piñata se mueve, el niño se lanza y la patada le cae al niño exactamente en el punto ese donde si te dan te caes al suelo y se te olvida tu nombre por unos minutos.

Como dije antes, las piñatas las llevábamos entre varios. Deben saber que se pueden hacer piñatas con dos tipos de materiales: cartón y barro. Las ideales para romperse a patadas son, obviamente, las de cartón. En otra ocasión recuerdo que había un chavo que pateaba muy, muy bien. Le tocó ser el primero en pegarle a la piñata; cuando la vio venir hizo una patada perfecta: excelente técnica, timing fenomenal, altura envidiable y un grito que se escuchó en seis vecindarios alrededor… Sí, la piñata era de barro y nadie se dio cuenta hasta que el muchacho estaba tirado y con el pie del tamaño de un tamal oaxaqueño de a kilo. No lo volvimos a ver hasta marzo.

Sin duda muchas cosas diferentes pasan en estas fechas en cada una de las escuelas y academias, cada una tiene su manera particular de convivir en esta fechas, pero esa es otra historia, y de debe ser contada en otra ocasión…

Señores, por mi parte ha sido todo en lo que respecta a 2011. He decidido tomarme unos cuantos días de vacaciones y el semanario regresará en enero con más historias de la vida real (Si es que me renuevan el contrato). Muchas gracias a mastaekwondo por el espacio y la hospitalidad que me ha brindado durante estos meses y la oportunidad de compartir estas historias con los visitantes de este maravilloso sitio. Gracias Claudio, gracias Laura, pero sobre todo gracias a ti que estás leyendo, porque tú eres quien ha hecho este espacio posible y gracias a ti continuamos en la red.

Este es el semanario número 25, vamos a ver si me alcanzan las ideas y a ustedes la paciencia para poder realizar otros 25 el año que viene (¿Cuántas semanas tiene el año?). De verdad gracias a todos, valen mil.

Unas felices fiestas en compañía de sus seres queridos y el mejor porvenir les desea su amigo el Fauno. No coman mucho (Bueno, sí).

En este año que está por llegar a unos les va ir bien, a otros les va ir mal. Suerte en el sorteo…

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