Guillermo Andrés Sáez A.
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Cuando eventualmente pretendemos llegar a un objetivo direccionado a una medalla, formamos lo corpóreo y lo psíquico como separados en lo común, para un objetivo predominantemente orientado al triunfo.

Interpretando así, que el origen de la competencia es la selección, pero en el deportista es muy distinto, ya que psíquicamente se compite para el primer puesto. Obviamente la aceptación de competencia es indudable en el ambiente deportivo, sin embargo, el paso constructivo hacia el objetivo principal va generando micro estados de felicidad, que conforman un ciclo y se orientan a una psiquis que en sí mismo habla de pasión, una forma de hedonismo.

 

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Interpretando el termino pasión, podemos decir en el trasfondo que se tratan de deseos destructivos, deseos exagerados – Pasiones – aún cuando a veces no sean formas de atracción sino de repulsión y alguna de ella pueda ser descrita como una pasión de ser desapasionado.

 

 

Como decía un entrenador de Santiago de Chile, “hacer Taekwondo no es un sacrificio, es una pasión”, tiene sentido debido a que las micro sensaciones en las que repercute la sesión deportiva son en su mayoría liberaciones de endorfinas. Consecuentemente dando un paso más allá, podemos preguntarnos:

 

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¿Es una forma hedonista de formar la psíquis, más allá, de la re silencia que conllevan los tropiezos para alcanzar la meta?

En realidad debemos intercambiar algunos conceptos que en la modernidad nos etiquetan hacia la presea, el concepto de una psiquis más saludable que no pierde el objetivo. Luego, entendiendo mejor que cuando se va a practicar deporte de alta competencia, debe ser un proceso educativo dirigido por el profesional, de tal forma que debemos salvaguardar la manera de percibir, pensar, dudar y reflexionar el entorno educativo-deportivo, enfatizando que la práctica recaiga en sensaciones y percepciones que se ajusten éticamente desde lo ontológico.

Un tópico fundamental que es necesario desmitificar, es la búsqueda insaciable de la habilidad fundamental, método, fórmula o receta que permite al deportista estar en el podium olímpico o mundial. Es necesario comentar que definitivamente en si mismo no existe.

 

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En cierta medida no depende en su totalidad del deportista, tampoco del entrenador o profesor, más bien, de las circunstancias externas que lo implican, sean estas familiares, apoyo de políticas deportivas, entre otras, con esto quiero dar a entender que por años la valoración de una presea en su propia simbología se valora personalmente, apropiando el galardón al deportista que la obtuvo, y no a todos los agentes que participan de este proceso.

Debemos comprender que existen múltiples factores al momento de la consecuencia de una medalla, en ese sentido no corresponde en si mismo adjudicarse el logro solo a mérito propio, más bien, reconocerlo como parte de un proceso, en donde la consecuencia natural dentro de un listado fue el deportista en cuestión.

Una medalla no directamente es la meta personal del deportista, tampoco del entrenador o profesor. Obviamente hay un predominio en ellos, pero la mejor forma de interpretarlo es no asignarse propiamente los resultados, (acto muy común en entrenadores y profesores), así como adjudicar la palabra ganar por “esfuerzo“ ya que el constante placer por los entrenos nos dice que en su totalidad el deportista hace lo que le gusta, por ende deja de ser esfuerzo, si no más bien a un proceso de muchos factores y muchos sucesos que en consecuencia y en última instancia el deportista representa.

Concluyendo cuando pensamos que tal profesor tiene la receta para formar un campeón, pensamos en una visión utópica y binaria sucintamente considerando lo multifactorial que resulta esta gestión.

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Guillermo Andrés Sáez A. Exclusivo MasTKD