Muchos de nosotros pudiéramos considerar que formar parte de un equipo es algo normal, o natural, pues desde el inicio de la práctica, como atleta, ha estado ese entrenador, ese grupo de colegas o estudiantes con quienes entrenar y compartir; pero no todos los atletas gozan de tal dicha. Muchos de ellos, en la búsqueda de su metas, pierden o no tienen un grupo con quien compartir sus sueños. Otros atletas tienen que cambiar de residencia, dejar a sus familias e incluso cambiar de ciudadanía para poder encontrar un equipo del cual formar parte.

Al ser parte de un equipo, podemos ver efectos psicológicos que son muy importantes, pues da un sentido de pertenencia. Saber que alguien se preocupa por ti en aspectos como, tus miedos, tus retos, tus logros, tus cambios, el día a día; da seguridad emocional; repercutiendo en una autoestima sana.

Cuando hay un sentido de pertenencia, se desarrollan hormonas de placer y tranquilidad, que también ayudan al desempeño y rendimiento en la competencia. Una autoestima sana ayuda a la producción de serotonina, un neurotransmisor que ayuda a combatir la depresión y da una sensación de bienestar.

 

 

Formar parte de un equipo, también ayuda al sentido de identidad. Cuando se comparten los mismos sueños, buscando lograr cosas similares, luchando por alcanzar los mismos objetivos, se genera identidad de grupo; no hay preocupación por ser aceptado o el continuo auto-cuestionamiento de si lo que estás haciendo es lo correcto o si eres el único “loco” haciendo eso. La motivación aumenta y la ansiedad se reduce.

Es aquí donde el trabajo del entrenador se vuelve muy importante y delicado, pues tiene influencia en el deportista, quien sin a veces sin cuestionamientos, acepta la guía de su entrenador para que el atleta complete su autoconfianza, en el mejoramiento físico, psicológico y emocional. La labor de integración de grupo por parte del entrenador es crucial entonces.

A lo largo de mi trabajo con algunos atletas, muchos de ellos coinciden en que al no tener un equipo al cual pertenecer, notaban cambios significativos como: una baja en su motivación, poco deseo de continuar, perdían en las competencias, otros se cuestionaban si en verdad les gustaba lo que estaban haciendo; expresaban que perdían el rumbo de su camino. Al competir de nuevo, no daban su máximo y perdían de nuevo, lo cual se volvía un círculo vicioso, pues a la vez les afectaba en su autoestima, cayendo así en una espiral descendente.

 

 

Hace poco un atleta me compartía que después de haber sufrido la separación de un equipo en el cual él ya no tenía sentido de pertenencia, había logrado reintegrarse a un nuevo grupo y me hablaba de las diferencias que experimentaba entre ambos. En el nuevo grupo, se sentía totalmente integrado desde las prácticas de entrenamiento: “Me siento con más energía, como si mis objetivos fueran mayores e importantes; entreno no solo para mí, pero también para mis compañeros porque sé que les ayudo; ahora soy parte de un equipo y quiero representar también a mis entrenadores. Ya no es solo por mí; y lo que es mejor… es que CREO EN MI.” Con este excelente ejemplo podemos ver como el tener un equipo puede afectar en el desempeño del atleta y la importancia que tenemos los entrenadores de ofrecer este ambiente integrador.

 

 

Una imagen que representa la importancia de ser parte de un equipo es, cuando un atleta está en el pódium de premiación y éste “Se pone la camiseta” (o la bandera que representa) y extiende su agradecimiento a su familia, su país, su entrenador…¡su equipo! Es una experiencia que muchos nos podemos identificar.

 

Lisethe Salcido, Maestría en Consejería Profesional y Psicología
Exclusivo MasTKD.