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Las artes marciales pueden compararse con muchas cosas. Pero si a algo se parecen es a un árbol. Sí, sí… a un árbol. Cada una de las partes que componen un árbol tiene una equivalencia en artes marciales. ¿Que no te lo crees? Pues a continuación te explicamos el porqué de esta afirmación. ¿Preparado?

1. La raíces

Las raíces son las que sostienen el árbol, su base. Todo lo demás se sustenta en ellas. Con estas premisas, podríamos equipararlas con los fundamentos de un arte marcial. Unas raíces fuertes aseguran consistencia en la práctica marcial ¿verdad?

Sin embargo, no solamente sirven de sostén. A través de ellas también se nutre la planta. Por eso, en artes marciales se vuelve una y otra vez a la técnica fundamental. Es una forma de seguir alimentando nuestro desarrollo como artistas marciales. Los fundamentos no son algo que se aprende y no se vuelve a practicar, sino que se revisan una y otra vez. Y cada vez se encuentran nuevas claves para seguir creciendo.

Pero para desarrollar unas buenas raíces es necesario un entorno adecuado, una tierra fértil… una buena escuela. En una buena escuela las raíces serán lo suficientemente fuertes para que nuestro árbol marcial crezca fuerte y sano.

 

2. El tronco

Y hablando de crecer… en base a las raíces el árbol comenzará a crecer con un pequeño tallo. Al principio será, delgado y frágil. Puede que necesite que el jardinero lo proteja, incluso que le ponga una guía para ayudarle a mantenerse recto y apuntar siempre hacia arriba, igual que un maestro guía a sus alumnos. A medida que crece se va fortaleciendo, y el jardinero es cada vez menos importante. Pero siempre viene bien un poco de abono y alguna que otra ayuda.

El tronco del árbol es el desarrollo del artista marcial en su sistema. Si es recto y fuerte soportará el peso de las ramas sin problemas, las inclemencias del tiempo… si no, simplemente se torcerá o se quebrará , y ya no crecerá nada más.

 

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3. Las ramas

A todo árbol le crecen ramas. Y a todo artista marcial le llega el momento de elegir su propio camino. O caminos. Dentro de un arte marcial siempre hay varias líneas, varias ramas ¿o no? Pero además el practicante empieza a experimentar, y en el tronco de su arte marcial aparecen nuevos conceptos, otras artes marciales, otros maestros… cada uno da pie a una nueva rama, una nueva vía de crecimiento y desarrollo. Algunas siguen una dirección parecida a la del tronco, aunque otras se separan de este. Unas puede que no lleven a ninguna parte y mueran, pero otras permanecen.

Ojo, siempre nutriéndose de las raíces y sostenidas por el tronco. Pero, sin esta ramificación de la práctica personal, sin probar cosas nuevas y comparar con las que uno ha visto, sin investigar sobre el propio arte marcial y sobre otros ¿qué es un artista marcial? ¿qué es un árbol sin ramas?

 

4. Las hojas y las flores

Y ¿cuál es el resultado de esta ramificación, de esta búsqueda personal? Pues que el árbol florece, y el artista marcial puede mostrarse en su máximo esplendor. El árbol no está completo hasta que no aparecen las hojas y las flores, que culmina el proceso de desarrollo del árbol, del artista marcial. Son matices, detalles propios del practicante, personales, que hacen personal su arte.

Sin embargo, por supuesto, este proceso no ha finalizado. Se repite cíclicamente, y es inagotable, interminable. Las hojas, las flores… el conocimiento propio, está cambiando permanentemente, en constante evolución, aunque siempre sobre las mismas bases, sobre la misma estructura del árbol, ya maduro.

 

5. Los frutos

Y hablando de madurar ¿dónde quedan los frutos? Bueno, no todas las plantas dan frutos. Pero en caso afirmativo, éstos también maduran, y caen al suelo al suelo a los pies del árbol. Y las semillas que hay en su interior se adentran en la tierra para empezar a echar sus propias raíces y dar nacimiento a un árbol nuevo, que crecerá protegido por la sombra del primero. Nuestro artista marcial se convertirá ahora en jardinero para guiar a sus alumnos, y ayudarles a crecer rectos y hacia arriba. Y propiciará que también ellos echen sus propias ramas, hojas y flores, como hizo él, sobre unas buenas raíces y un tronco fuerte y sano. Y, con suerte, darán también sus propios frutos.

 

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Juan Antonia García Ruiz