Desde que tengo uso de razón, y no es que tenga mucha, he intentado hacer las cosas del mejor modo posible. Tener una visión objetiva sobre cuál es el modo correcto se hace complicado por el simple motivo que siempre asoma; somos millones de habitantes, millones de cabezas “pensantes”  y millones de cuerpos con necesidades opuestas aunque con apariencias similares.

Miles de entrenadores aplicando el mismo programa para millones de competidores. Miles de entrenadores intentando producir desde una base pobre, de poca formación y con la mínima creación. Si no se promueve la investigación independiente, si no se invierte tiempo, horas de pruebas, de búsqueda constante; no esperemos que se generen resultados excepcionales.

Siempre los habrá que rozarán la cima gracias al toque divino. Desde que un superdotado, con gran facilidad de adaptación y aprendizaje, entre por la puerta de su gimnasio. Un competidor que con poco que se le ofrezca, generará el máximo rendimiento. Uno entre mil?… Conozco varios casos.

Técnicos que se pasan día sí y día también rezando para que aparezca el prototipo de competidor “ideal”: altísimo y espigado, con el mínimo nivel de PGC (porcentaje de grasa corporal), que pueda evitarles el indeseable dolor de cabeza (sacrificio), gracias a que se escudarán en las pocas técnicas y estrategias que deberán aplicar. El mismo al que se encomendarán para alzar el nombre de su propio recinto dorado. Técnicos que al verse en prietos por las exigencias de los tiempos que corren, delegarán la preparación específica a especialistas de cada campo. Otros técnicos, más orgullosos y menos responsables, aún sabiéndose limitados, negarán cualquier tipo de apoyo, aferrándose al prototipo que tienen como estandarte, como si fuese un robot que con cuatro directrices solucionan cualquier situación… privándoles de un progreso tan real como necesario.

Está más que comprobado que el trabajo constante lo puede todo. Que la gracia o toque necesario de motivación es precisamente “romperse la cabeza” descifrando el gran dilema. El mérito se pinta creando y adaptando a cualquier “competidor tipo” a las necesidades y exigencias de cada contienda.

Recuerdo a Carlo Molfetta, logrando el oro olímpico en Londres 2012, siendo el competidor con menor estatura de su categoría (+80); -10 cts. con respecto de la media (1,93 mts.). Dejando atrás a competidores que le superaban en casi 20 cts. de altura.

Más reciente, en el Campeonato Mundial Chelyabinsk 2015, podemos poner como ejemplo al belga Jaouad Achab, oro en la categoría de -63 kgs., así como también el mismo Servet Tazegul en -68 kgs. Ambos tuvieron que enfrentar a verdaderas torres humanas en su camino hasta conseguir el gran título mundial.

Estos son algunos de todos los ejemplos que existen. He querido reflejar que aunque haya técnicos que se enfoquen en la búsqueda de atletas con un biotipo definido, cualquier competidor, independientemente de su altura, si trabaja desde el principio de su propósito, enfocando el trabajo a su somatotipo, extrayendo todo su potencial, podrá alcanzar lo que cualquier candidato que trabaje duro y a conciencia alcance. Que no quepa la menor duda!!!

Más largas, más cortas… negras, blancas, amarillas o rojas; todos poseemos cuatro extremidades. El secreto está en saber cómo y cuándo aprovecharlas.

Miquel Capó Maimó
Exclusivo MasTKD