Pionera de las artes marciales en España, Coral Bistuer Ruiz (Madrid, 16 de noviembre de 1964) fue una de las grandes heroínas del Taekwondo Hispano que llamó la atención a nivel global por sus excelentes resultados a nivel de Europeos, Mundiales y Juegos Olímpicos.

 

Profesora, árbitro de categoría mundial y empresaria, esta madrileña luchó, lucha y luchará contra las injusticias, impulsando la defensa personal entre las mujeres. “Hay que empezar con que las hijas sean niñas valientes para que luego sean madres valientes”, sostiene. Junto a su hijo que también practica Taekwondo, accedió a una extensa entrevista a un medio español que transcribimos a continuación.

 

coral-bistuer-12042014_Quería empezar preguntándote por tus inicios. ¿Cómo es que te dio por esto del Taekwondo y cuándo?

Fue por casualidad, por tener que acompañar a un hermano que lo habían apuntado. Me quedaba tanto tiempo viendo las clases que al final era mi hermano quien tenía que esperarme a mí. Mi padre tenía que venir a buscarme porque era muy tarde y no aparecía por casa, así que me decía que, ya que me quedaba viéndolo, me apuntara.

 

¿Con qué edad empezaste?

Empecé con 16 años y con 17 ya era campeona de Europa. Empecé en un gimnasio de barrio, en un grupo de competición. Ganamos el campeonato de Castilla porque por aquel entonces no existían las comunidades autónomas. Te estoy hablando del pleistoceno más o menos (Risas). Ganamos luego el campeonato nacional y de ahí pasamos al primer campeonato femenino. Yo fui una de las primeras campeonas de Europa y luego vino el campeonato del mundo. Yo voy abriendo brecha con los primeros campeonatos que se organizan, con lo cual nosotros no teníamos en quién fijarnos, no teníamos un referente femenino que nos dijera a qué íbamos o qué nos íbamos a encontrar. Sólo teníamos referencia masculina. Y luego vinieron las Elizabeth Delgado o Brigitte Yagüe…

 

Entonces, ¿quiénes eran esas referencias masculinas?

José Sanabria, que luego terminó siendo mi entrenador y el entrenador del equipo nacional en Barcelona’92. Con él tuvimos una cantidad de éxitos tremendos. Es una de las personas a las que más admiro, ha sido un referente en el taekwondo español. Quizá no sea una persona que el gran público pueda conocer, pero dentro de nuestro deporte es respetado por la gran mayoría.

 

Además de ese gran éxito en Barcelona, también has sido dos veces campeona del mundo…

Sí, en Seúl’85 y en Barcelona’87. Se hizo ese primer campeonato femenino de prueba en Corea para ver qué tal funcionaba y si tenía repercusión internacional, así que fuimos un poco conejillas de indias. El caso es que tuvo un éxito tremendo. El taekwondo es un arte marcial muy seguido por las mujeres. Es un deporte muy duro, pero tiene mucha plasticidad. Y luego llegó el primer campeonato oficial femenino de Taekwondo en Barcelona, donde también quedo campeona. Barcelona es para mí una ciudad talismán: ahí quedo por primera vez campeona de España, del mundo y olímpica. Me ha dado muchísimas alegrías.

 

coral2_Y luego llegó el bronce en Seúl’88…

Se habla mucho de que si tanto en Seúl como en Barcelona el Taekwondo no es un deporte olímpico, sino de exhibición, pero el esfuerzo de una medalla no se mide por si es olímpica o no. Tanto en Seúl como en Barcelona estuvimos un poco como a prueba, hasta que el COI se da cuenta de que el Taekwondo se practica en muchos países del mundo y de que es un deporte que tiene muy buen resultado tanto a nivel de competidores como de público, hasta que lo metieron en el programa olímpico oficial en Sydney 2000. La medalla de Seúl me supo a poco porque cuando uno aspira al oro… No es que le tenga manía, pero no la tengo en un primer plano dentro de mis medallas. Es más, hasta hace muy poco estuvo metida en un cajón, ¡castigada ahí! (Risas) Luego ya con el tiempo te das cuenta de que una medalla de bronce en unos Juegos Olímpicos tiene un mérito impresionante. Pero a mí sólo me valía el oro, siempre he sido una persona muy competitiva.

 

Vivir unos Juegos Olímpicos desde dentro tiene que ser una experiencia increíble. ¿Con qué recuerdos te quedas de Seúl y de Barcelona?

De Seúl sobre todo que aprendí mucho. Cuando uno tiene éxito en la vida, hay mucha gente alrededor que pulula con cantos de sirena y, en el momento en que bajas un escalón o dos, de repente muchas de esas personas desaparecen. Entonces te das cuenta de quiénes son tus amigos de verdad. De Seúl me quedo con eso. ¿De Barcelona? Con todo. Barcelona fue la felicidad absoluta. Me quité la espinita de Seúl y encima en mi casa. Vinieron a verme familiares, amigos, compañeros de universidad… ¡hasta niños que habían pedido como regalo una entrada para ir a verme! Ni en nuestros mejores sueños habíamos pensado que las cosas saldrían tan bonitas. Y luego, encima, ganas. En el deporte lo más importante es disfrutar y pasártelo bien, pero el que más disfruta y el que mejor se lo pasa es el que gana (Risas). Recuerdo el cariño y la admiración de la gente, animando en todo momento.

 

Y eso que no empezaste bien tu participación en los Juegos, ¿no?

Me partí el músculo tibial en el primer combate y luego tuvo que disputar cuatro combates más. Tuve que cambiar mi forma de pelear porque había cosas que no podía hacer. Me llevo muchas lecciones, de mi deporte y, sobre todo, lecciones de vida que ahora intento transmitir a los alumnos y a mis hijos.

 

¿Cómo era el ambiente en la Villa Olímpica?

Era un lujo. Allí las cosas no cuestan dinero, todo el mundo se lleva bien, no hay colores, ni fronteras, ni idioma, ni rencillas… El ambiente entre los deportistas es tan bueno y tan sano que da rabia que se politice tanto el deporte. El ambiente en la Villa Olímpica es indescriptible: hay que vivirlo por dentro y, si encima es como deportista, mejor. Había, por así decirlo, dos grupos: los que vienen a competir, sabiendo que no van a hacer nada por sus marcas, o la gente que viene a por el oro, a ganar. Los nervios son considerables. Era muy difícil conciliar el sueño: las cuatro de la mañana y sin pegar ojo. Bajabas a esa hora al restaurante y te encontrabas al de fútbol de Camerún, al de vallas de Inglaterra… todos sentados a una mesa y hablando de nuestros sentimientos, de cómo entrenábamos, de qué íbamos a hacer. Es un mundo muy especial, así que me sentí una privilegiada.

 

¿Hubo algún deportista que te impresionara especialmente?

Sí, en Barcelona tuve la gran suerte de compartir mesa con el Dream Team. Había un McDonald’s pegado a la Villa Olímpica, ya fuera, y ellos iban a comer allí. Estaba Jordan, Larry Bird… Los mirabas y decías: ‘Guau’. Una pasada. Michael Jordan es uno de mis deportistas favoritos junto con Jesse Owens, que es mi gran ídolo por excelencia. Luego con el paso de los años te das cuenta realmente de con quién has estado. Allí, en el fondo, todos nos sentíamos muy iguales, sobre todo los que íbamos a ganar. Estábamos todos en el mismo barco, cada uno con nuestra bandera, pero en el fondo todos hemos pasado por lo mismo: todos tenemos nuestros sueños, tememos a las lesiones y con objetivos parecidos. Yo, además, venía de sufrir una tremenda decepción en Seúl. Intenté hacerme una foto con Carl Lewis. Le pregunté muy educadamente si podía hacerme una foto con él y me dijo que él no se paraba para hacerse fotos, que si yo me quería hacer una foto mientras él andaba, bien; si no, nada. Así que dije: ‘No se preocupe, no tiene que andar ni pararse’. ¡No me iba a hacer una foto con alguien tan estúpido como él! Se me cayó un mito. La gente tiene que ser más cercana. El caso es que entre los españoles nos lo pasamos muy bien. Había un ambiente y un compañerismo muy buenos, con el Príncipe, la Infanta llorando. Todas esas vivencias son especiales, no se pueden describir. La gente me pregunta: ‘Pero lo superará tener un hijo, ¿no?’. Es diferente: tener un hijo es una felicidad infinita, pero esas vivencias no se pueden explicar ni las tiene todo el mundo.

 

Y después de Barcelona’92 te retiraste, ¿no?

Me retiro en Barcelona’92, aunque tres meses después disputé un campeonato del mundo universitario en México, que gané. Dije que me retiraba porque dejé de disfrutar con lo que hacía. Era muy duro físicamente, hay muchas lesiones, no tienes ayudas, tienes que pensar en una vida futura… si no disfrutas, no tiene sentido seguir.

 

Pero te retiraste bastante joven…

Me retiré con 27 años después de estar desde los 17 con una exigencia total. Siempre llegaba a las finales, al máximo. Para mí lograr una plata o un bronce era decir: ‘he perdido, he fracasado’. Tuve momentos buenos, momentos malos, momentos de gran bajón.

 

Te fuiste, pero volviste…

Fue cuatro años después de ese campeonato de México, cuando se había decidido que el Taekwondo iba a ser olímpico en Sydney 2000. Hubo un salto porque en Atlanta’96 no había Taekwondo y decidí que quería ir a una Olimpiada más. El primer año que regreso, después de cuatro años parada, pierdo el primer combate del Campeonato de España. Sigo preparándome y voy haciendo bolos por los pueblos, tal cual. Llamaba mi maestro Sanabria y decía: ‘¿Oye, tenéis a alguien que pelee con Coral? Sí, tráetela que a alguien encontraremos’. Todo costeado por mí. El segundo año (1998), vuelvo a quedar campeona de España y estoy prácticamente clasificada para el Campeonato de Europa. Pero llega la Copa del Rey, y en la final me saco un dedo de la mano. Iba ganando de sobra, pero doy un mal golpe, llevaba la mano mal cerrada, y un dedo se me da entero la vuelta. Me tengo que retirar de la final y lógicamente no pude ir al Europeo porque seguía escayolada. No podía ni cerrar la mano. A partir de entonces no cuentan conmigo. Voy a la Copa del Mundo otra vez y logro el bronce. La gente me decía: ‘Si hubieras ido tú, habrías ganado’. En el fondo siempre quedará esa duda. También podría haber ido y perdido. La gente se quedó con que perdimos porque no estaba Coral Bistuer, y eso, en el fondo, también es una manera de ganar.

 

Y luego ya te retiraste definitivamente. Desde entonces, hemos visto a una Coral Bistuer en el mundo de la televisión, participando en realities…

¡Llegué a ser finalista en La Isla de los Famosos! Después de pasar diez años haciendo siempre lo mismo durante ocho horas al día, necesitas hacer cosas diferentes, que te enriquezcan y hagan pasártelo bien. Y a mí el mundo de la comunicación siempre me ha llamado mucho la atención. En este país, por suerte o por desgracia, seguimos pensando que las mujeres que hacen ciertos deportes tienen que ser unas marimachos. Coral hace gracia y piensas que das bien, que lo que dices a la gente le interesa. Te llaman de aquí, de allá… desde luego que no era mi forma de vida. Pero esta época me ha servido para soltarme en público, tener don de palabra, una expresión fluida. Una etapa de mi vida de la que estoy súper orgullosa.

 

Luego también presentaste Cinturón Negro…

Sí, era la primera vez que se hacían cosas de artes marciales en televisión. No era Matías Prats comunicando (Risas), pero ¡oye, ahí estaba! Yo era una niña que daba patadas, no una comunicadora. No me arrepiento de mi paso por los medios, todo lo contrario. Me siguen llamando de los sitios y, además, he dado a conocer mi deporte, que es con lo que me quedo. Cuando salía en un sitio se hablaba del Taekwondo y eso es positivo.

 

Después de tu retirada, ¿siempre has seguido vinculada al mundo del Taekwondo?

Siempre. Lo mejor que me ha dado este deporte son los amigos que hoy mantengo, los amigos de verdad. Hemos reído y llorado juntos, hemos pasado hambre, nos hemos puesto hasta arriba… ¡de comer, eh, de comer! (Risas). Sigo con las mismas amistadas y me enorgullezco de tener a cierta gente a mi lado. Pasar penurias juntos une mucho y te puedo asegurar que en nuestro deporte lo pasas francamente mal, sobre todo a la hora de dar el peso. El tema del pesaje es lo más duro que tenemos que llevar los competidores. Siempre he estado vinculada, organizando eventos, pero luego me quedo embarazada y me centro en mi papel de madre. Con los niños no tienes tiempo a pensar en nada más. Cuando tuve a mi segundo hijo, Rodrigo (2006), retomo un poco más el Taekwondo, pero ya más en plan empresaria, dando clases. He abierto varios clubes por la zona noroeste de Madrid, voy sacando varios cinturones negros y mis chavales se van organizando las clases. Ahí vamos trabajando…

 

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También eres árbitro de categoría mundial. ¿Cómo vieron tus compañeros que, por así decirlo, te pasaras al lado oscuro?

Todo el mundo me decía: ‘¡Estás loca, parece mentira!’. Precisamente, tenemos que ser nosotros, los que hemos competido, quienes juzguemos a los que vienen detrás. ¡Quiénes mejor que nosotros! Cuando te retiras de la competición, luego todo el mundo quiere ser entrenador o preparador físico, o incluso tener un cargo en la Federación. ¿Pero árbitro? Ni de broma. Como dices, te pasas al lado oscuro. Yo siempre he pensado que muchas cosas se arreglarían y serían mucho más justas si los deportistas terminásemos siendo árbitros. Yo tuve actuaciones en del Campeonato del Mundo que fueron bien vistas por los deportistas, estaban conmigo porque yo sé lo que cuesta estar ahí. Me da igual que seas coreano, japonés, mexicano, portugués… Pero a muchos no le sentaron bien mis decisiones: me retiraron de finales y me dejaron de llamar. Desgraciadamente, se tiende a coger a gente más maleable porque cuando eres un poco respondón se te aparta. A mí se me retiró bastante. Me estuve partiendo la cara dentro del tapiz y luego también fuera.

 

Entonces, ¿hay villarato en el Taekwondo?

Yo pensaba que no, pero desde luego que sí lo hay. En el Mundial de Manila nos metieron a cinco árbitros en una sala para decirnos que había que cambiar una decisión ya adoptada porque a no sé quién le convenía políticamente. Me negué y dije que no iba a cambiar mi decisión. En cuanto uno dijera que no, ya no se podía cambiar. ‘Me podéis dejar de mala si queréis, pero no voy a cambiar algo que yo considero justo’, les dije. Yo iba con eso a muerte. Así que me apartaron de arbitrar y ya no me llamaban tanto. Pero te puedo decir que fue una época divertida. A los chavales, de hecho, les gustaba mucho que yo les arbitrara. Sabían que había alguien que también lo había vivido como ellos, yo había sido pinche antes de chef… Cuando al otro lado ves a alguien con barriga, que no se ha pegado en su vida y no sabe sufrir, casi ni le respetas.

 

¿Le ves futuro al Taekwondo español? Ahí tenemos los casos de Gabriel Esparza, Brigitte Yagüe, Joel González…

El éxito del Taekwondo español en estos últimos Juegos Olímpicos será difícil de superar. Lo que pasa es que el Taekwondo es un deporte del que sólo tenemos conocimiento cada cuatro años. Todos estamos súper orgullosos porque nuestros deportistas sacan medalla, pero eso luego no se traduce ni en ayudas ni en popularidad. A nivel licencias es uno de los deportes que más tiene: en casi todos los colegios o gimnasios es raro que no haya Taekwondo, karate o judo. El Taekwondo es uno de los deportes por excelencia de los gimnasios y las actividades extraescolares. Pero luego a nivel de ayudas o reconocimiento en los medios, desgraciadamente seguimos siendo un deporte de segunda. Seguimos siendo el hermano pobre.

 

¿Qué diferencias ves fundamentalmente entre tu época y la actual?

Los deportistas de estas generaciones están muy bien cuidados. Ahí los tienes en los CAR –Centros de Alto Rendimiento– de San Cugat, Sierra Nevada o Madrid, que funcionan muy bien. Los deportistas tienen ahora una calidad de vida que nosotros antes no teníamos. A mí no me han ayudado, ni a mí ni a los de la generación de los 80 y los 90. En este país se empieza a ayudar realmente cuatro años antes de Barcelona’92, en el año 88. Todos nos hemos ido con nuestro coche a campeonatos y yo incluso me fui a competir a Bélgica después de pegarme una paliza de 40 horas en autobús. Nosotros demostramos que el que quiere conseguir algo lo consigue. Lo que no entiendo es cómo este país ha tenido esta generación de tantísimos campeones porque realmente se empieza a ayudar muy tarde al deporte.

 

Y ahora se viene pasando la tijera considerablemente…

Habrá que darle una vuelta de tuerca a la imaginación porque papá Estado no siempre puede suplir nuestros gastos. Habrá que pensar cómo nos lo podemos montar para conseguir patrocinios o autofinanciación. Habrá que buscar una solución. Antes hacíamos auténticas locuras para competir, pero ahí estamos. Nadie nos daba una peseta. Es más, nos costaba dinero a todos. Nos regalaban el chándal y el viaje, y ya está, pero nos partíamos la cara por ir. ¿Qué ahora hay tijeretazo? Sí, pero no podemos estar llorando y tendremos que buscar soluciones. Si hay que llamar a cien mil millones de puertas, pues se llama. Además, muchos deportes minoritarios tienen tan poca repercusión porque las federaciones no invierten en su gabinete de prensa y, hoy en día, el que no se sabe vender no existe. ¡Háblame del gabinete de prensa de halterofilia! ¡O de Taekwondo mismo! El gabinete de prensa tiene que estar bombardeando constantemente a los medios. Su trabajo consiste en ser tan sumamente pesado que al final te publiquen algo.

 

Te hablaba antes de los Joel, Gabriel, Brigitte… pero se me viene a la cabeza el nombre de otro futuro campeón de taekwondo: Ignacio Valero Bistuer. ¿Qué te parece?

¡No, ya te digo yo que no! (Risas). Ignacio es cinturón naranja y ahora le examino de naranja-verde y luego tengo también a Rodrigo, que es cinturón amarillo y también le da. En mi casa hay una política bastante estricta con el deporte y es casi obligatorio. Los dos me han salido muy deportistas e impresionante competitivos. ¡Si compiten hasta por ver quién hace más espuma en el pelo cuando se duchan! Nuestra intención es que nuestros hijos hagan muchos deportes, que se diviertan haciendo deporte, y, si en algún momento piensan en competir en alguno de ellos, que sea a partir de los 15-16 años. Muchas veces queremos que sean campeones del mundo con seis años. Queremos que compitan desde muy pequeños, poniéndoles una presión increíble en los colegios o en las ligas municipales. No. Los niños pequeños tienen que disfrutar y jugar en el deporte, no competir. Eso, para más adelante. Luego me vienen y me dicen que si un tenista tiene que empezar con cuatro años… sí, pero ¿cuántos juguetes rotos vemos luego? Que si este niño va a ser tremendo, y de repente se rompen a mitad de carrera o cuando han terminado la carrera, tiran raquetas sin querer saber nada más de tenis. ¡Cuántos monstruitos hemos creado!

 

Me consta que además del Taekwondo, también le das al pádel…

Es mi vicio confesable, estoy totalmente enganchada. Nunca había hecho ningún deporte de raqueta, o similar, porque soy una persona con muy poca paciencia. A los que venimos del deporte y hemos competido, siempre nos gusta mantenernos y, si puedes competir, competir. En mi deporte lógicamente ya no puedo competir, así que me he buscado un sustituto. Entreno prácticamente todos los días. Tengo un profesor, Salvador Costa, que es una de las personas con más paciencia que conozco junto con mi otro profe, Sanabria, y mi marido Javier. Soy una persona demasiado exigente conmigo misma, siempre lo quiero hacer bien, me enfado y muchas veces me dicen: ‘Coral, no puedes ser campeona del mundo en todo’. Y yo quiero ser campeona del mundo en todo. Ellos me ponen los pies en la tierra y hacen una labor excepcional de tranquilizar a la intranquilizable. Cuando mi profesor me diga que me ve preparada para competir, me gustaría empezar a competir en pádel. Ya los niños empiezan a ser un poquito mayores y a dejarnos más tiempo para nosotros.

 

El pádel es tu vicio confesable. ¿Tienes alguno inconfesable?

Sí claro, pero no te los puedo confesar (Risas).

 

¿Muchos o pocos?

Tampoco son muy inconfesables. Pero no puedo decirlo todo, algo de misterio habrá que poner en esta vida (Risas). Misterio, y un puntito de humor a todo.

 

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Además de todo ello, también te dedicas a impartir clases de autoprotección femenina…

Es uno de mis objetivos, que las niñas sepan protegerse por sí mismas. Quiero concienciarlas a fondo y desde la Federación de Taekwondo se está trabajando muchísimo en ello gracias a la gran labor de Félix Rivas, el director de la parte de hapkido. Porque lo que hay que transmitir a las mujeres es que nos podemos defender y que es muy necesario que nuestras niñas empiecen a aprender a defenderse desde pequeñitas. No podemos tener niñas miedosas ni asustadas. No es sólo saber defenderme para que no me atraquen, sino tener una actitud ante la vida, una seguridad a la hora de pedir un trabajo o a la hora de mantener una relación… Una manera diferente de encarar la vida. Desgraciadamente, cuando a una mujer la maltratan, tendemos a apartarla para que el maltratador no la encuentre, pero al fin y al cabo la apartamos. Cuanto más sepamos defendernos las mujeres, más seguras estemos de nosotras mismas y más nos lo creamos, entonces empezaremos a terminar de raíz con el problema del maltrato. Hay que empezar con que las hijas sean niñas valientes para que luego sean madres valientes.

En mi casa, mis hijos saben que es mamá la fuerte y la dura. Si entrara alguien a robar, sería mamá la que defendería el fuerte. Mi casa es un matriarcado y Javier está encantado con ello. Pero eso no es malo. Los niños piensan: ‘Mi madre es tan fuerte como mi padre’. Mis hijos no ven diferencia entre hombres y mujeres. Hacen cosas que no son ni de hombres ni de mujeres, sino que son cosas de vida. ¡Si saben hasta poner la lavadora! También porque ven a su padre hacerlo. Todo es de todos, no hay deportes de hombres y deportes de mujeres. No. Eso sí, me han salido brutos, brutos, como tortugas ninja (Risas). Pero insisto en que las niñas tienen que saber defenderse. Hace poco estuve con Ignacio González y le vi interesado en poder impulsarlo desde la Comunidad de Madrid. Porque son temas que preocupan al pueblo, a las familias, a los políticos… Es verdad que los políticos hacen muchísimas cosas mal, pero digo yo que algunas también harán bien. Hay cosas en las que se están preocupando, lo que pasa es que los acontecimientos siempre van por delante de las soluciones. Muchas veces no sabemos cómo torear el toro de la violencia de género y los partidos políticos deberían intentar aportar más soluciones.

 

 

Guillermo Domínguez, Libertad Digital

Equipo masTaekwondo.com

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